El Combate de Iquique, librado el 21 de mayo de 1879 marcó el comienzo de la campaña marítima de la guerra del Pacífico. En este combate falleció el Capitán chileno Arturo Prat y fueron hundidas las naves Esmeralda (chilena) e Independencia (peruana).
Como antecedente a este primer combate que sostuvieron las armadas peruana y chilena en Iquique, el día 17 de mayo la flota peruana fue rumbo a Arica, donde desembarcó el Presidente Prado, para dirigir la guerra desde ese puerto sureño. Casi de inmediato fueron despachados a Iquique el monitor Huáscar y la fragata Independencia, con instrucciones de levantar el bloqueo de ese puerto, sostenido por la corbeta chilena Esmeralda, la cañonera Covadonga, y el transporte Lamar.
El 21 de mayo de 1879 el monitor Huáscar al mando del Capitán de Navío Miguel Grau, y la Independencia al mando del Capitán de Navío Juan Guillermo More, ingresaron a la bahía de Iquique y se enfrentaron a los ya mencionados buques enemigos. El transporte Lamar izó bandera norteamericana y puso rumbo al sur, en lo que fue imitado por la cañonera Covadonga que fue perseguida por la Independencia. Mientras tanto, el Huáscar en Iquique cañoneaba a la Esmeralda, buque que maniobró para colocarse delante de la población. Ante esto, el comandante Grau decidió utilizar el espolón, logrando finalmente hundir a la nave enemiga, cuyos sobrevivientes fueron rescatados por los marinos peruanos. En este combate murió el Teniente Primero Jorge Velarde, primer héroe naval peruano de la contienda.
Mientras tanto, la Independencia había encallado en Punta Gruesa, al Sur de Iquique y tan pronto se percató de esto, el comandante de la Covadonga Guillermo Condell volvió sobre sus aguas. Contrariamente a lo que había sucedido en la rada de Iquique con los náufragos de la Esmeralda, ordenó disparar contra los sobrevivientes peruanos. Cuando la Covadonga vio acercarse al Huáscar huyó del lugar y el monitor procedió a recoger a los sobrevivientes.
El combate de Iquique y Punta Gruesa fue decisivo para la suerte futura de la campaña marítima y señaló el destino que tendría la guerra del Pacífico.
Posteriormente Grau, en un gesto de caballerosidad que lo enaltece, escribió a Carmela Carvajal viuda de Arturo Prat Chacón, comandante de la Esmeralda, muerto en la cubierta del Huáscar, una carta en la que elogiaba la actuación de su esposo y le enviaba algunas de sus prendas personales, entre ellas su espada.
La Correspendencia entre Grau y la Viuda de Prat
Arturo Prat |
Desde Pisagua, con fecha 2 de junio de 1879, Grau envió la siguiente carta a la viuda de Prat:
"Dignísima señora: Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a usted y siente profundamente esta carta, por las luchas que va a remontar, contribuya a aumentar el dolor que hoy justamente debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado que tuvo lugar en las aguas de Iquique entre naves peruanas y chilenas, su digno y valeroso esposo, el capitán de fragata don Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, fue, como usted no lo ignorará ya, víctima de un temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria. Deplorando sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo el penoso y triste deber de enviarle las para usted inestimables prendas que se encontraron en su poder y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán, indudablemente, de algún pequeño consuelo en medio de su desgracia y por ello me he anticipado a remitírselas. Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro, señora, la oportunidad para ofrecerle mis servicios, consideraciones y respeto con que me suscribo de usted, señora, afectísimo y seguro servidor. Miguel Grau".
Entre los objetos enviados a la viuda se Prat, se encontraban: una espada, un anillo de oro de matrimonio, un par de gemelos, botones, fotografías, un escapulario y una carta sin abrir.
En la respuesta a la carta, la viuda de Prat le dice a Grau:
"Recibí su fina y estimada carta... en ella, con la hidalguía del caballero antiguo, se digna usted a acompañarme en mi dolor, deplorando sinceramente la muerte de mi esposo; y tiene la generosidad de enviarme las queridas prendas que se encontraron sobre la persona de mi Arturo; prendas para mí de un valor inestimable... consagradas por su martirio, como la espada que lleva su adorado nombre. Al proferir la palabra martirio no crea usted señor, que sea mi intento de inculpar al jefe del Huáscar la muerte de mi esposo. Por el contrario, tengo la conciencia de que (usted)... tiene el raro valor de desprenderse de un valioso trofeo poniendo en mis manos una espada que ha cobrado un precio extraordinario por el hecho mismo de no haber sido jamás rendida; un jefe semente (como usted, Grau), un corazón tan noble, se habría, estoy cierta, interpuesto, a haberlo podido, entre el matador y su víctima, y habría ahorrado un sacrificio tan estéril para su patria como desastroso para mi corazón... Carmela Carvajal de Prat".
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